La
nave como un fragmento de desierto ambulante encalló en una playa carcomida
por las sombras.
Un hombre derrumbado sobre cubierta, se elevó con el
infinito desgano de un molusco náufrago. Sacudió el polvo que lo cubría
y contempló en el horizonte, una torre fosforescente, erecta como una
lápida .
Caminó por la playa. Apenas recordaba identidad. Se vio
corriendo con su hermano por las orillas de un río marrón mientras se
alejaba de una madre inmóvil que desde una ventana le regalaba miradas
de preocupación.
Sus ropas que alguna vez brillaron al destello del sol,
ahora lo mostraban como un guerrero inmensamente derrotado, con charreteras
sin flecos, pantalones carcomidos en las botamangas y pies llagados por
las cortaderas de un sucio pantano.
Un cochero que encontró en una crepuscular taberna lo
llevó hasta el pueblo. El carro alejó la playa y dejó como
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