Pinzón

Exactamente seis días después de seguir el consejo de Pinzón, la expedición estaba más perdida, el mar más picado y la gente más asustada que nunca. Por si todo esto fuera poco, cada vez eran más frecuentes las visitas de la serpiente rondando las sombras de la velas. En la noche, los marinos acurrucados unos con otros y los ojos afiebrados de terror, rezaban plegarias que como figuras aladas invisibles eran succionadas por los cielos. Y a veces hasta la madrugada, los marinos permanecían de rodillas esperando que una mano estelar apareciera por alguna de las grietas del cielo negro como respuesta a las plegarias.